When asked this question, it’s almost inevitable to think about Haddaway’s “What Is Love” (1993 - a year older than me!). That song is a cry of emotional frustration and longing. It constantly repeats, “What is love? Baby, don’t hurt me, no more.” The singer portrays love as a painful experience while grappling with trust and emotional security. He has experienced disillusionment.
But is that really love? Thankfully, it is not. Whenever John the Evangelist was asked by his disciples to share some of Jesus’ wisdom, he would insist on love. He uses the Greek word agapē (ἀγάπη – noun) and agapaō (ἀγαπάω – verb) a total of 57 times. In the synoptic gospels, this is not as frequent (15x Matt, 5x Mark; 14x Luke). John, the Beloved Disciple, was closer to Christ than any of the rest of the evangelists. He not only describes the events surrounding Christ but, more essentially, the spirit behind the many signs Christ performed. Christ insists that his disciples remain in his love (John 15:9-10). Unlike the ‘love’ that Haddaway describes, which leads to disillusionment, the real love that only Christ can offer leads to eternal life (fullness of life).
But what does it mean? Since Pope Leo XIV's election, discussing the papacy has become popular. There is a pope in the modern era who witnessed Christ’s love in a peculiar way. On May 13, 1981, Pope John Paul II was shot and critically wounded in St. Peter’s Square by Mehmet Ali Ağca, a Turkish gunman. In a powerful manifestation of agapē—selfless, Christ-like love—John Paul II publicly forgave Ağca just days after the attempt on his life. In 1983, the pope visited Ağca in prison and spoke with him privately, embracing the Gospel call to love one’s enemies. This act of mercy became one of the most iconic examples of Christian forgiveness in modern times. This is not an isolated case. In scripture Christ himself takes upon himself the sins of the world saying to the Father, “Forgive them, for they know not what they do” (Luke 23:32). In s similar way, Stephen, when being stoned, says, “Lord, do not hold this sin against them” (Acts 7:60). Saul of Tarsus witnessed and approved of that murder. He later converts. That event planted a seed which would later blossom.
There are examples of other saints. At the age of 11, Maria Goretti (1980-1902) forgave her attacker, Alessandro Serenelli, who tried to rape her and fatally wounded her. From her deathbed, she said she wanted him in heaven with her. Years later, Alessandro had a profound conversion in prison after a dream in which Maria gave him lilies. After his release, he repented, became a lay brother, and even attended Maria’s canonization in 1950.
This kind of love—agapē—is not something we can produce on our own; it is a gift, poured into our hearts through the grace of Christ. Unlike the love questioned in Haddaway’s song—marked by confusion, fear, and the pain of being hurt—agapē is clear, steadfast, and healing. It is not based on feelings or conditions, but on the decision to will the good of the other, even at great personal cost. When we experience the love of Christ—freely given even while we were still sinners—it transforms us from within. We begin to see others not as enemies or offenders, but as persons wounded and in need of mercy, just as we are. The love of Christ empowers us to forgive those who have wronged us, to bless those who despise us, and even to pray for those who have abused us. With Him, we can do what seems humanly impossible: to love as He loves, to break the cycle of hatred, and to become instruments of healing in a broken world.
¿Qué es el amor?
Cuando se nos hace esta pregunta, es casi inevitable pensar en la canción de Haddaway “What Is Love” (1993 – ¡un año mayor que yo!). Esa canción es un grito de frustración emocional y anhelo. Repite constantemente: “What is love? Baby, don’t hurt me, no more.” El cantante presenta el amor como una experiencia dolorosa, mientras lucha con la confianza y la seguridad emocional. Ha experimentado la desilusión.
¿Pero eso es realmente amor? Por suerte, no lo es. Cada vez que los discípulos de san Juan Evangelista le pedían compartir alguna enseñanza de Jesús, él insistía en el amor. Usa la palabra griega agápē (ἀγάπη – sustantivo) y agapáō (ἀγαπάω – verbo) un total de 57 veces. En los evangelios sinópticos, esta frecuencia es mucho menor (15 veces en Mateo, 5 en Marcos, 14 en Lucas). Juan, el Discípulo Amado, estuvo más cerca de Cristo que los demás evangelistas. No solo describe los acontecimientos que rodearon a Jesús, sino que, más esencialmente, revela el espíritu detrás de los muchos signos que realizó. Cristo insiste en que sus discípulos permanezcan en su amor (Juan 15, 9–10). A diferencia del “amor” que describe Haddaway, que lleva a la desilusión, el amor verdadero que solo Cristo puede ofrecer conduce a la vida eterna (a la plenitud de la vida).
¿Pero qué significa esto? Desde la elección del Papa León XIV, se ha vuelto común hablar del papado. Hay un papa en la era moderna que fue testigo del amor de Cristo de una manera peculiar. El 13 de mayo de 1981, el Papa Juan Pablo II fue herido de gravedad en la Plaza de San Pedro por Mehmet Ali Ağca, un tirador turco. En una poderosa manifestación de agápē—un amor desinteresado y semejante al de Cristo—Juan Pablo II perdonó públicamente a Ağca pocos días después del atentado. En 1983, el papa lo visitó en la cárcel y conversó con él en privado, acogiendo el llamado evangélico a amar a los enemigos. Este acto de misericordia se convirtió en uno de los ejemplos más icónicos del perdón cristiano en tiempos modernos. No se trata de un caso aislado. En la Escritura, Cristo mismo toma sobre sí los pecados del mundo diciendo al Padre: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34). De forma similar, Esteban, mientras lo apedreaban, dijo: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado” (Hechos 7, 60). Saulo de Tarso fue testigo y aprobó esa ejecución. Más tarde se convierte. Ese acontecimiento plantó una semilla que luego florecería.
Hay también otros ejemplos entre los santos. A los 11 años, María Goretti (1890–1902) perdonó a su agresor, Alessandro Serenelli, quien intentó violarla y la hirió de muerte. Desde su lecho de muerte, ella dijo que quería que él estuviera en el cielo con ella. Años más tarde, Alessandro tuvo una profunda conversión en prisión tras soñar con María, quien le entregaba lirios. Después de su liberación, se arrepintió, se hizo hermano laico e incluso asistió a la canonización de María en 1950.
Este tipo de amor—agápē—no es algo que podamos generar por nuestras propias fuerzas; es un don, derramado en nuestros corazones por la gracia de Cristo. A diferencia del amor puesto en duda en la canción de Haddaway—marcado por la confusión, el temor y el dolor—el agápē es claro, firme y sanador. No se basa en sentimientos o condiciones, sino en la decisión de querer el bien del otro, incluso a un gran costo personal. Cuando experimentamos el amor de Cristo—dado gratuitamente, incluso cuando éramos pecadores—somos transformados desde dentro. Comenzamos a ver a los demás no como enemigos o culpables, sino como personas heridas y necesitadas de misericordia, tal como lo estamos nosotros. El amor de Cristo nos capacita para perdonar a quienes nos han hecho daño, bendecir a quienes nos desprecian e incluso orar por quienes nos han abusado. Con Él, podemos hacer lo que humanamente parece imposible: amar como Él ama, romper el ciclo del odio y convertirnos en instrumentos de sanación en un mundo herido.