En pocas palabras este es el misterio de la Navidad: “O admirable commercium”: ¡Oh intercambio maravilloso! El Creador del hombre se ha hecho hombre, nacido de una virgen. Hemos sido hechos partícipes de la divinidad de Cristo que se humilló a sí mismo para compartir nuestra humanidad” (Catecismo de la Iglesia Católica §526).
Para este misterio, San Pablo usa este lenguaje de la sustitución de Cristo: “…pero por vosotros se hizo pobre, para que vosotros fuerais enriquecidos con su pobreza” (2 Cor 8, 9). “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor 5, 21).
Santos y teólogos profundizaron gustosa y fructíferamente en este misterio:
• “Por eso el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre: para que el hombre, entrando en comunión con el Verbo y recibiendo así la filiación divina, se hiciera hijo de Dios” (Ireneo, Adversus haereses 3.19.1).
• “Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para que nosotros pudiéramos convertirnos en Dios” (Athanasius, De Incarnatione §54.3).
• “El Hijo unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que él, hecho hombre, pudiera hacer dioses a los hombres” (Tomás de Aquino, Opusculum §57.1-4).
Esta apoteosis (también conocida como divinización o tesis) es lo que promete la fe cristiana: adoptar a las criaturas en la vida trina de Dios, hacer al hombre y a la mujer por la gracia lo que Jesucristo es por naturaleza, es decir, un hijo amado del mismo Padre celestial. Así como en Cristo Dios asumió atributos humanos, en Cristo los humanos ahora pueden asumir las cualidades divinas de misericordia, amor, sutileza, incorruptibilidad e inmortalidad.
Casi a diario nos enfrentamos a noticias terribles que exponen el quebrantamiento de la humanidad: guerra, violencia, racismo, pobreza deshumanizante, etc. puede vivir como Dios. Dios nace en el tiempo para que podamos renacer en la eternidad, el Hijo de Dios se hace Hijo del Hombre, para que los hombres y las mujeres lleguen a ser hijos del mismo Padre que está en los cielos. Sólo la profunda unidad con Cristo evitará que el corazón humano se separe eternamente. El cuerpo de Cristo nace de María, se continúa en la Santa Eucaristía de la Madre Iglesia y se ha de manifestar místicamente en cada uno de nosotros al contemplar el Pesebre de Belén.
¡Feliz navidad!
Padre Paul D. Lee