Domingo 10 de enero del 2021
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Este domingo celebraremos la fiesta del Bautismo del Señor, una fiesta que es importante para nosotros de dos maneras: en primer lugar, nos recuerda que, a través de su bautismo, Cristo, estando unido a nuestra humanidad, estaba anunciando su propia muerte y resurrección, la victoria sobre el pecado y la muerte, y así, abriendo las puertas del cielo para nosotros. En segundo lugar, estando unido a nosotros, El nos da el Espíritu Santo para ser hijos de Dios y coherederos de la vida eterna. Por esta razón, el tiempo de Navidad no ha terminado porque todavía conmemoramos el evento que Dio se hizo hombre por nosotros, es decir, que vivió como uno de nosotros. La encarnación del Señor concluye con su bautismo en el río Jordán, y desde allí, su ministerio publico comienza. Una vez él es bautizado, entonces nosotros comenzamos el tiempo ordinario en nuestras celebraciones litúrgicas reviviendo sus palabras y acciones que culminarán con su pasión, muerte, resurrección, y ascensión a los cielos.
El bautismo de Jesús por Juan el bautista nos recuerda nuestro bautismo ya sea siendo bebés o niños o adultos. Es a través del bautismo de Cristo que estamos unidos sacramentalmente a él. Cristo se unido ya a nosotros en la encarnación, pero nos unimos sacramentalmente y ontológicamente a él a través del bautismo. De maneral sacramental, nosotros participamos de la muerte y resurrección del Señor. En su muerte y resurrección, Jesucristo ha destruido el pecado en su propio cuerpo humano, un cuerpo como el nuestro, y ya que, esta unido a nosotros por ese cuerpo, él nos hace sacramentalmente partícipes de esa victoria a través de la inmersión/efusión de agua en el bautismo. Por medio de esta unión ontológica, nosotros experimentamos la victoria de Cristo en nuestras vidas pasando del pecado a la gracia cuando somos tocados por la palabra de Dios que nos libera de la esclavitud del pecado y nos lleva a ser reconciliados con Dios a través del sacramento de la confesión/reconciliación. El bautismo nos manifiesta el misterio pascual, el misterio de nuestra salvación:
Cristo es el Cordero de Dio, anunciado por Juan el bautista, que quita el pecado del mundo. Además, Cristo está ontológicamente unido a nosotros a través del Espíritu Santo con la unción del santo crisma que nos da la plenitud del mismo espíritu para seguir nuestra llamada filial proclamada por Dios Padre: “Tú eres mi hijo/hija amada en quien me complazco.”
Así, cuatro sacramentos están de alguna manera representados en el evangelio tomado de San Marcos: Bautismo (el bautismo del Señor), Eucaristía y Confesión/Reconciliación (pasión, muerte y resurrección de Jesucristo), y la Confirmación (la efusión del Espíritu Santo después de su bautismo). Alegrémonos, pues, por la bondad de Dio en darnos la oportunidad de llamarnos sus hijos, y así, herederos del Reino de los cielos.
¡Amen!
Fr. Jorge E. Ubau