Mensaje de Su Santidad el Papa Francisco para la celebración de la 54a Jornada Mundial de la Paz 1 de enero de 2021
El año 2020 estuvo marcado por la crisis de salud masiva Covid-19, que se convirtió en un fenómeno global que traspasó fronteras, agravó crisis profundamente interrelacionadas como las del clima, los alimentos, la economía y la migración, y causó grandes sufrimientos y dificultades.
Es triste decirlo, junto con todos estos testimonios de amor y solidaridad, también hemos visto un aumento en varias formas de nacionalismo, racismo y xenofobia, y guerras y conflictos que solo traen muerte y destrucción a su paso. Estos y otros hechos que marcaron el camino de la humanidad el año pasado nos han enseñado lo importante que es cuidarnos los unos a los otros y cuidar de la creación en nuestros esfuerzos por construir una sociedad más fraterna.
Por eso he elegido como título del Mensaje de este año, Una cultura del cuidado como camino hacia la paz. Una cultura del cuidado como forma de combatir la cultura de la indiferencia, el derroche y el enfrentamiento tan imperante en nuestro tiempo. Los principios de la doctrina social de la Iglesia son la base de una cultura del cuidado. Esta doctrina se ofrece a todas las personas de buena voluntad como un precioso patrimonio de principios, criterios y propuestas que pueden servir como “gramática” del cuidado: compromiso para promover la dignidad de cada persona humana, solidaridad con los pobres y vulnerables, la búsqueda del bien común y la preocupación por la protección de la creación.
“El concepto mismo de persona, que se originó y desarrolló en el cristianismo, fomenta la búsqueda de un desarrollo plenamente humano. Persona siempre significa relación, no individualismo; afirma inclusión, no exclusión, dignidad única e inviolable, no explotación” Cada aspecto de la vida social, política y económica alcanza su fin más pleno cuando se pone al servicio del bien común, es decir, “la suma total de condiciones sociales que permiten a las personas, ya sea como grupos o como individuos, alcanzar su plenitud más completa y más fácilmente”. [10] En consecuencia, nuestros planes y proyectos deben tener siempre en cuenta sus efectos en toda la familia humana y considerar sus consecuencias para el presente y para las generaciones venideras.
La solidaridad expresa concretamente nuestro amor por los demás, no como un sentimiento vago, sino como una “determinación firme y perseverante de comprometerse con el bien común; es decir, al bien de todos y de cada uno, porque todos somos realmente responsables de todos”.
La Encíclica Laudato Si ’es plenamente consciente de que toda la creación está interconectada. También destaca nuestra necesidad de escuchar el grito de los pobres y, al mismo tiempo, el grito de la creación. La escucha constante y atenta conduce, a su vez, al cuidado eficaz de la tierra, nuestro hogar común y de nuestros hermanos y hermanas necesitados. No puede haber paz sin una cultura del cuidado. Por lo tanto, la cultura del cuidado requiere un compromiso común, solidario e inclusivo para proteger y promover la dignidad y el bien de todos, la voluntad de mostrar cuidado y compasión, trabajar por la reconciliación y la curación y promover el respeto y la aceptación mutuos. (extractos).