El 12 de mayo, los 6.000 periodistas experimentados reunidos de todo el mundo recibieron con entusiasmo al Papa León XIV. El Santo Padre les recordó que el propósito del periodismo no es solo transmitir información, sino comunicar la verdad. Las noticias con frecuencia provienen de la Torre de Babel de las ideologías y la política de poder. Dijo: «La forma en que nos comunicamos es de fundamental importancia: debemos decir 'no' a la guerra de palabras e imágenes, debemos rechazar el modelo de la guerra», rogándoles que utilicen la comunicación como herramienta para la paz. En esta era de inundación de palabras y medios de comunicación, el Papa León XIV hizo un llamamiento: «Desarmemos la comunicación de todo prejuicio y resentimiento, fanatismo e incluso odio; liberémosla de la agresión. No necesitamos una comunicación ruidosa y contundente, sino una comunicación capaz de escuchar y de recoger las voces de los débiles que no tienen voz».
¡Desarmemos las palabras, entonces podremos desarmar al mundo! ¡Qué visión tan poderosa y necesaria para hoy! También reconoció el heroísmo de muchos periodistas: «La Iglesia reconoce a estos testigos —pienso en quienes informan sobre la guerra incluso a costa de sus vidas—, la valentía de quienes defienden la dignidad, la justicia y el derecho de las personas a estar informadas, porque solo las personas informadas pueden tomar decisiones libres». León reiteró la solidaridad de la Iglesia con los periodistas encarcelados y pidió su liberación.
Al final de su primera misión, Pablo y Bernabé regresaron a Antioquía y se dirigieron a la comunidad cristiana: «Confirmaron el ánimo de los discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, diciendo: Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios» (Hechos 14:22). Proclamar el Evangelio y vivir las virtudes del reino de Dios inevitablemente encontrará resistencia, rechazo y persecución por parte de quienes prefieren las tinieblas a la luz. Sin embargo, el Apocalipsis nos ofrece una nueva visión: «He aquí, la morada de Dios está con la raza humana. Él morará con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará siempre con ellos como su Dios. Enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni gemido, ni dolor, porque el viejo orden ha pasado. El que estaba sentado en el trono dijo: «He aquí, yo hago nuevas todas las cosas» (21:3-5).
El Espíritu Santo hace todo nuevo más allá de nuestras suposiciones o expectativas, como en el caso de la elección de León XIV. Su serena confianza en la presencia y guía del Espíritu Santo fortalecerá a la Iglesia en su misión evangelizadora. Su pragmatismo, propio del medio oeste, con sentido común y sincero, combinado con su experiencia y visión misionera global, enriquecerá su papado. Todos debemos elegir nuestras palabras con cuidado. ¡Comprometámonos con los valores del Evangelio y con el reino de paz y justicia de Dios!