Mis Queridos Santos,
Esto no es un error ortográfico. Usted y yo somos santos, no por nuestros méritos o logros, sino por la gracia del bautismo, por el cual hemos llegado a ser el pueblo real, profético y sacerdotal de Dios. En una palabra, hemos llegado a ser santos por los méritos de Cristo, crucificado pero resucitado, y por la fuerza del Espíritu Santo. ¡Por esta gracia estamos en buena compañía, o la mejor que hay, es decir, la comunión de los santos!
El 4 de noviembre de 2001, nuestro amoroso Dios llamó a mi papá a casa. Mi papá luchó contra el cáncer durante más de un año. Pero aceptó la finalidad de su camino terrenal con serena dignidad y fe segura. Incluso el día antes de dar su último aliento, nos dedicó una gran sonrisa. Con mis hermanos nos reunimos a su alrededor y él dijo: "Debe ser lindo". Dijimos: "¿Qué es tan lindo?" Y nos dijo: “Pues no tenéis por qué pelear”. Y todos nos reímos, porque era cierto que realmente no nos había dejado nada. Era bueno en muchas cosas, como deportes, agricultura, jardinería, música, liderazgo, atraer gente a nuestra fe católica, etc., pero no era nada bueno para ganar dinero. “Gracias, papá, por nada”, susurramos, riendo entre dientes.
Pasó los últimos meses en un hospicio. Había un numero constante de visitantes. Y para todos ellos tuvo buenas palabras incluso en su extremo sufrimiento. Más de dos mil personas acudieron a rendirle homenaje tras su fallecimiento. En la homilía del funeral, lo llamé un experto en jardinería. Lo que fuese o a quien tocaba crecía y prosperaba. Le gustaban los seres vivos, las plantas, las flores y los animales. Uno de sus logros notables fue la fundación de tres comunidades religiosas. La parroquia en las afueras de Seúl que fundó con varias familias cuenta ahora con más de 10.000 personas. De hecho, 10 parroquias más se ramificaron a partir de esa parroquia. “Desde ahora seréis pescadores de hombres (Lucas 5:10)”, dijo Jesús a sus primeros discípulos. Eso fue precisamente lo que mi padre se esforzó por hacer toda su vida: ¡un “pescador de personas” para Cristo! Y era un pescador excepcionalmente bueno.
Celebramos la comunión de los santos como lo tenemos esta semana el Día de Todos los Santos y el Día de Todos los Difuntos. Vivimos en tres etapas: como pueblo peregrino en la tierra (en vía), como pueblo siendo purificado para una eventual unión con Dios (en purificación), y como pueblo de gloria disfrutando de la comunión eterna con Dios (en la gloria). Nadie es una isla. Tenemos tantos amigos y santos aquí en la tierra y después de nuestro viaje terrenal. Jesús nunca nos deja solos. Vivimos por Cristo, con él y en él. Celebramos nuestra vida en comunión. Entonces, oramos. “Santos de Dios, orad por nosotros. Papá, mientras oramos por ti, sabemos que oras por nosotros. ¡Que el Señor conceda el descanso eterno a todos nuestros seres queridos y a los necesitados de la misericordia de Dios! ¡Amén!"
Fr. Paul D. Lee, S.T.D.